El tiempo pone las cosas en su sitio. Y eso es lo que ha ocurrido con las Hermanas Terciarias Capuchinas y el Centro de Acogida de Menores Nuestra Señora de la Resurrección. Sentencia a sentencia se ha demostrado la injusticia que Mónica Oltra, vicepresidenta de la Generalitat cometió con esta congregación, con los menores y con los profesionales. Cuando alguien comete un error, ha de reconocerlo. Pero si es con premeditación, nocturnidad y alevosía, lo mínimo que se debe hacer, por ética, es dimitir. Y eso es lo que debe hacer Mónica Oltra.
Y los segorbinos no olvidamos las actuaciones realizadas por Rafael Magdalena y Yolanda Sebastián. El anterior equipo de gobierno formado por socialistas y podemitas con Rafael y Yolanda, como alcalde y concejala de Servicios Sociales en el momento en el que sucedieron los hechos, apoyaron todo ese despropósito e injusticia. Y, sobre todo, apoyaron las calumnias que se vertieron hacia las Hermanas, hacia el Centro de Acogida y hacia los profesionales que allí trabajaban. Reconocer los errores es de ser valientes. Y es ahora cuando el anterior equipo de gobierno tiene que reconocer su error y disculparse.
El Partido Popular, en todo momento, defendió la magnífica labor de las Hermanas Terciarias Capuchinas y de los trabajadores del Centro de Acogida. Nosotros defendemos a los segorbinos y mejoramos el bienestar de la ciudadanía. Y por eso también continuamos reclamando que no se olviden de que Segorbe es la comarca del Alto Palancia y como tal necesita disponer de unos servicios que actualmente no se están dando o se hace de manera deficitaria. A los hechos me remito. ¿Cuándo recuperaremos el servicio de mamografías? ¿Por qué reducen, cada vez más, los servicios y horarios de la oficina de la Seguridad Social en Segorbe? ¿Cuándo asumirá el Gobierno valenciano la gestión de servicios como las enfermeras escolares? ¿Y la del conservatorio? Lo que están demostrando es que sólo cuidan a las poblaciones de su color político, como Benicarló que ya ha conseguido, para el curso que viene, que la Generalitat Valenciana asuma la gestión de su conservatorio.
Partido Popular de Segorbe
Lo que hicieron esta gentuza también es memoria histórica. Segorbe no lo olvidará jamás.
El orgullo los perdió, ¿acaso creyeron que no los veíamos?.
¿Sabéis cómo se llama vuestro orgullo excesivo acompañado del deseo excesivo de ser alabado por lo demás?. Vanidad, se llama vanidad. Esa es la triste imagen que disteis a vuestros vecinos.
Con intervenciones como la de Oltra, Magdalena, Yolanda, Mercedes Pérez, Enrique Hernández, Pedro Gómez, Luis Gil y la Kitty advertimos que la estupidez no tiene límites y tampoco la tienen la mediocridad y la indigencia cultural. El sectarismo y los prejuicios ideológicos arramblan con el conocimiento y el sentido común. Frente a quienes sostienen que no cabe un tonto, una tonta o un “tonte” más, los hechos demuestran que, tristemente hay que reconocerlo, aún quedan muchos espacios libres para acogerlos.
Señores/as socialistas y comunistas la mentira es pecado que lleva su propia penitencia; una penitencia que pesa por el tiempo que ha de llevarse a cuestas. Sólo el tiempo demostrará que en la rectificación está la virtud.
A la izquierda y al progresismo en general hay que juzgarlos por sus resultados, no por sus intenciones.
El progresismo sabe muy bien revestirse de buenos sentimientos, incluso de misericordia cristiana. Pero su aplicación provoca millones de abortos, pisotea la libertad de educación y la libertad religiosa, supone el intento de destruir la inocencia de los niños, adoctrinándolos con los disparates de la ideología de género y la última moda del transexualismo… Y por si esto fuera poco, atropella la propiedad privada y el libre mercado, sin que jamás, con similares métodos, se haya rescatado a nadie de la pobreza.
La izquierda es esto: libertad sin responsabilidad. Su labor se limita a alimentar el resentimiento.
Inasequibles al desaliento y a las lecciones de la Historia, los progresistas seguirán dándonos lecciones de ética, y las miríadas de tontos útiles seguirán comprándoselas. Pero sobre todo, no les quepa la menor duda de que quienes tratamos de desenmascararles seguiremos siendo vituperados como unos fascistas de tomo y lomo. Es el precio que tenemos que pagar, y no vamos a ser nosotros quienes nos quejemos del coste que tienen todas las cosas que valen la pena.